¿Qué pasaría si ni siquiera quienes fabrican autos pueden comprarlos? Esa es la cruda realidad que retrata Luca de Meo, CEO de Renault, y su mensaje sacude las bases de la industria automotriz europea.
La industria automotriz europea, al borde del colapso social
En una declaración que ha hecho eco en todo el sector, Luca de Meo, director ejecutivo del Grupo Renault, fue tajante: “Hoy, uno de mis obreros no se puede comprar un auto nuevo, ni siquiera un Dacia.” ¿Qué significa esto realmente? No solo revela una crisis de poder adquisitivo. Es el reflejo de una industria automotriz atrapada entre la presión regulatoria, la falta de innovación local y el avance imparable de China.
De Meo lanzó esta dura reflexión en la 40ª Reunió Cercle d’Economia, en Barcelona. Allí, junto a expertos y representantes europeos, desgranó una realidad que preocupa: la normativa europea avanza más rápido que la capacidad de adaptación de las empresas y los consumidores.

“Los autos son más caros, más pesados y más viejos”
La edad media de los vehículos en Europa ha pasado de 7 a 12 años en solo 15 años. Este dato no es menor. Muestra un estancamiento en la renovación del parque automotor, lo cual es contradictorio con los objetivos de descarbonización. ¿La causa? De Meo lo tiene claro: la reglamentación ha elevado los costos de fabricación y, en consecuencia, los precios de venta.
Además, los vehículos actuales son más pesados, lo que paradójicamente aumenta las emisiones indirectas y reduce la eficiencia energética. Irónicamente, la normativa que busca reducir las emisiones podría estar contribuyendo a mantener en circulación autos más contaminantes.
¿Una normativa que asfixia en lugar de impulsar?
De Meo no critica la necesidad de regulación. Al contrario, pide algo muy sensato: una regulación “inteligente”. Y lanza una propuesta concreta: “No se trata de rechazar la normativa, sino de regular solo lo nuevo.” Esto permitiría que las tecnologías emergentes se desarrollen sin ser sofocadas desde el inicio por una maraña de exigencias.
Y es que el sector se prepara para enfrentar más de 100 regulaciones nuevas antes de 2030, muchas de las cuales podrían frenar en seco cualquier atisbo de innovación.
La trampa del “Tank to Wheel”: ¿realmente cero emisiones?
La Unión Europea define como “cero emisiones” aquellos vehículos que no expulsan CO₂ por el tubo de escape. Es decir, baterías eléctricas e hidrógeno. Pero esta visión Tank to Wheel (del depósito a las ruedas) omite el origen de la energía, su producción y huella total.
Para De Meo, esto es un error estratégico. Porque mientras se limita la inversión solo a ciertas tecnologías, se dejan de lado otras soluciones potencialmente más viables, como los biocombustibles sintéticos o los híbridos altamente eficientes.
¿Quién comprará autos eléctricos si nadie puede pagarlos?
Uno de los puntos más alarmantes que señaló De Meo es que ni siquiera los trabajadores del sector pueden acceder a un auto eléctrico nuevo. Esto pone en tela de juicio la sostenibilidad del modelo actual. Si el mercado está destinado solo a una élite, los objetivos de adopción masiva nunca se cumplirán.
“Si la gente no puede, no consigue o no quiere comprar coches eléctricos, será un mercado muy pequeño”, advirtió con franqueza. Y eso puede traducirse en una brecha automotriz entre quienes pueden pagar lo último en tecnología… y quienes quedan anclados en vehículos antiguos y contaminantes.
China pisa fuerte: innovación y volumen a toda máquina
Mientras Europa debate sobre normativas y subsidios, China acelera sin mirar atrás. De Meo reveló que este año, el mercado chino superará en ventas a la suma de los mercados estadounidense y europeo. Un dato demoledor que pone en evidencia la falta de competitividad de la industria europea.
Y lo más preocupante: la innovación tecnológica también se está desplazando al gigante asiático. Según De Meo, China ha dado un salto impresionante en los últimos diez años, mientras que Europa se ha dormido en los laureles de la regulación y la burocracia.
Una clase media desplazada del mercado
El CEO de Renault lo expresó sin rodeos: “El mercado automotor europeo depende del poder adquisitivo de la clase media.” Pero esa clase media está desapareciendo del radar del consumo. Hoy no puede acceder a vehículos nuevos, ni siquiera a los modelos más económicos de marcas como Dacia.
Esto tiene consecuencias sistémicas. No solo afecta a las ventas de las automotrices. También impacta en las tasas de renovación, en la seguridad vial, en el medioambiente y en la cohesión social.

La paradoja del auto eléctrico europeo
Quienes fabrican autos eléctricos no pueden comprarlos. Esta frase resume toda la paradoja. En nombre de un futuro más limpio, Europa podría estar construyendo un presente más desigual. Un auto eléctrico que pocos pueden adquirir, que depende de una infraestructura que aún no existe en muchas regiones, y que se produce bajo una normativa que complica su desarrollo.
¿La solución? De Meo pide menos burocracia, más coordinación entre sectores y un enfoque más realista de la transición energética.
Un modelo agotado que necesita replantearse
El modelo actual parece estancado. La clase media no compra, los jóvenes optan por el transporte compartido y el parque automotor envejece. Los fabricantes, por su parte, enfrentan desafíos regulatorios que entorpecen la innovaciónen lugar de impulsarla.
Todo esto ocurre mientras la competencia global —liderada por China— multiplica producción, reduce costos y capta mercados. Si Europa no reacciona con rapidez, el auto europeo podría convertirse en un producto de lujo, ajeno a quienes lo fabrican y lo necesitan.

Una regulación sin sentido común puede destruir la industria que pretende salvar
Europa se enfrenta a una encrucijada. Si la regulación sigue priorizando la perfección teórica sobre la aplicación práctica, el mercado automotor podría fragmentarse y perder relevancia global. La innovación necesita oxígeno, no trabas; inversión, no sanciones; y sobre todo, visión estratégica compartida por todos los actores involucrados.